domingo, 30 de diciembre de 2007

Reformas electorales, malvados nacionalistas y votos perdidos

Hace unos días el diario Público publicó (coño, qué cacofónico queda) un estudio sobre los desajustes de nuestro sistema electoral. El reportaje desmontaba uno de los mitos de los que no escribe Pío Moa: que el sistema electoral español “favorece” a los partidos nacionalistas. Esta vieja magufada es una de las favoritas de los nacionalistas españoles (esos que se hacen llamar “no nacionalistas” al tiempo que exigen ver banderas rojigualdas en cada esquina): desde el PP al completo (cuando no tienen que pactar) a Rosa d’EjjjPPaña, pasando por algún socialista rarito tipo Rodríguez Ibarra, todos sostienen que el sistema actual da demasiado poder decisorio a las minorías nacionalistas y que habría que hacer “algo” para evitarlo.

El reportaje de Público nos muestra los crudos datos: los partidos nacionalistas tienen el número de escaños que les corresponde según los votos que obtienen, con diferencias mínimas. Por el contrario, los dos “grandes partidos nacionales” PP y PSOE son los que se llevan la ventaja a costa del tercero, IU. Así que no son los malvados nacionalistas rompespañas los beneficiados, sino los “grandes nacionales”. Mira qué cosas.

Hace tiempo que Izquierda Unida realizó un estudio en el mismo sentido (un pdf que leí hace tiempo y que no he sido capaz de encontrar para este post - si alguien lo localiza que avise), y concluía que la culpa de esos desajustes la tiene el tamaño de las circunscripciones, por varios motivos. El primero es que las circunscripciones pequeñas están sobrerrepresentadas, al imponer un mínimo de 3 escaños a cada provincia al margen de su población: de ahí viene la típica queja de que "un voto en Soria vale tantas veces más que uno en Madrid o Barcelona". La famosa Ley D'Hondt empleada para asignar los escaños no tiene la culpa, como se suele decir, o más bien su culpa es "secundaria": la Ley D'Hondt da unos resultados bien proporcionados cuando el número de escaños a repartir es relativamente alto (hablamos de 10 ó 12 en adelante); sin embargo, en circunscripciones con 3 ó 4 diputados (como son la gran mayoría de las españolas) las desproporciones en favor del más votado se disparan. Así, en Ourense, el PP ha podido obtener, con algo más que el 50% de los votos, 3 escaños de 4, el 75%, una sobrerrepresentación de 20 puntos. Éste es el segundo motivo por el que las pequeñas circunscripciones provocan tanto desajuste. Un par de artículos que recomiendo sobre el tema son éste y éste de Malaprensa, ambos con interesantes comentarios, y este interesante estudio que es lo más parecido que he encontrado a aquél de IU (que ahora no encuentro).

En busca del voto perdido

Esto me lleva a pensar en cuántos votos son "desperdiciados" en cada elección. IU (por poner el ejemplo más claro) obtuvo en 2004 escaños en el Congreso, a duras penas pero los obtuvo. Pero sólo en tres circunscripciones: Madrid, Barcelona y Valencia. Así, los votantes de IU en esas provincias ven como su voto sirve para elegir representantes, mientras que cualquiera que vote a IU en otros lugares verá que su voto no es suficiente para que IU obtenga escaño en su provincia. El gran problema y la gran injusticia del sistema actual es que, además, no obteniendo escaño en su provincia, ese voto ya no cuenta para nada. ¿A cuántos votos les sucede eso?

En el siguiente cuadro (mi humilde aportación a este debate) he sumado, para cada partido, los votos recibidos en las circunscripciones donde NO sacaron ningún escaño en las pasadas elecciones del 14 de Marzo de 2004. He incluido al Partido Andalucista, que aunque no obtuvo ningún escaño, consiguió más votos que algunos partidos que sí lo consiguieron.


PartidoVotos totalesDónde se presentóDónde obtuvo escañoVotos donde NO obtuvo escañoVotos "útiles"% perdido sobre votos totales
PSOE11.026.163Toda EspañaToda España menos Ceuta y Melilla24.04211.002.1210,22%
PP9.763.144Toda EspañaToda España menos Lleida y Girona75.0759.688.0650,77%
IU1.284.081Toda EspañaMadrid, Barcelona, Valencia782.341501.74060,93%
CiU834.471CataluñaTodas las provincias en que se presentó0834.4710,00%
ERC652.196CataluñaTodas las provincias en que se presentó0652.1960,00%
PNV420.980EuskadiTodas las provincias en que se presentó0420.9800,00%
CC235.221CanariasTodas las provincias en que se presentó0235.2210,00%
BNG208.688GaliciaA Coruña y Pontevedra51.466157.22224,66%
PA181.868AndalucíaNinguna181.8680100,00%
ChA94.252AragónZaragoza13.09281.16013,89%
EA80.905EuskadiGuipúzcoa37.93442.97146,89%
Na-Bai61.045NavarraTodas las provincias en que se presentó061.0450,00%

(si algún alma caritativa me puede explicar cómo hacer que queden bien las tablas en blogger, se lo agradeceré profundamente)



Y aquí, en resumen, el porcentaje de votos perdidos de cada partido:

PSOEPPIUCiUERCPNV
0,22%0,77%60,93%0,00%0,00%0,00%
CCBNGPAChAEANa-Bai
0,00%24,66%100,00%13,89%46,89%0,00%


El resultado de IU es desolador: sólo un 39% de sus votos, menos de la mitad, sirvieron para convertirse en escaños, en tres provincias; el resto se perdieron sin reflejarse en la composición del Congreso. Estamos hablando de más de 782.000 votos, más que todos los obtenidos por ERC, PNV, BNG o CC, más incluso que los de varios de esos partidos sumados, y más incluso que votos en blanco. Estaría bien que en las elecciones, además de los detallados datos de participación, votos nulos y en blanco, las autoridades y la prensa reflejaran los votos "desperdiciados" para que viéramos la verdadera magnitud de la injusticia de este sistema. Sólo los "votos desperdiciados" de los partidos parlamentarios suman 982.000, y si añadimos los que se quedan fuera (con el caso particularmente sangrante del Partido Andalucista, sin un triste escaño con más votos que ChA, EA y Na-Bai) son 1.805.308 los votos que no van a ninguna parte. Todos juntos serían la tercera fuerza política del país.


Para que el sistema fuera justo habría que permitir que esos votos pudieran recuperarse para tranformarse en escaños: si yo voto por un proyecto político para gobernar España, no debería importar que lo votara en Madrid o en Ourense. Se ha propuesto una circunscripción única nacional, pero no creo que eso fuera buena solución, pues de alguna manera habrá que garantizar que todos los territorios fueran representados: con una circunscripción única al final la mitad de los diputados serían residentes en Madrid o Barcelona y volveríamos a los tiempos de los "cuneros", aquellos diputados de la Restauración que eran "elegidos" en distritos que nunca habían pisado y por votantes que no les conocían. Lo mejor sería que una parte de los diputados fueran elegidos en circunscripciones territoriales, como hasta ahora, y se reservara otra parte para repartirla a nivel nacional entre los "restos" que vimos arriba. Con 30, 40 ó 50 diputados sería suficiente para dar unos resultados proporcionales.


También sería mejor, como proponía IU, que la circunscripción fuera la comunidad autónoma en lugar de la provincia (algo han hablado con Zapatero del asunto). Pero para ello habría que reformar la Constitución, pues ésta dice expresamente (artículo 68.2) que "la circunscripción electoral es la provincia" (la división provincial, esa organización obsoleta de 1833, que seguimos arrastrando a pesar de estar hoy día casi vacía de contenido - otro día hablaré de ella). Habría, por cierto, una manera de "puentear" esto, que es fusionando las provincias y hacer que todas las comunidades fueran uniprovinciales; no obstante esto traería más problemas aún para organizar la administración local y los servicios periféricos del Estado. En todo caso, debería tratarse de una reforma profunda y un replantamiento del sistema representativo que tenemos; no bastaría con un par de retoques a un reglamento como algunos quieren hacer creer.



Cómo nos "chantajean" los nacionalistas

En fin, que como hemos visto, el problema no es que los nacionalistas estén favorecidos, por ser nacionalistas o algo así: el problema es que el sistema favorece claramente el bipartidismo y los "terceros partidos", si quieren obtener algo, deben concentrar sus votos en pocas circunscripciones. Medio millón de votos, en una o dos provincias, te dan varios escaños en el Congreso; los mismos votos, repartidos en cuarenta provincias, no te dan nada. Los nacionalistas simplemente "encajan con el perfil".


Y si a la hora de la gobernabilidad los nacionalistas son los que tienen la llave, ello se debe sencillamente a que el sistema no permite que "la llave" la tengan otros: ¿qué pasó con el CDS? Acabó arrollado y desapareció del arco parlamentario: en 1993, con más de 400.000 votos se quedó fuera del Congreso, siendo la quinta fuerza política de España (por delante del PNV, CC, ERC, EA, HB, UV...); e IU parece ir por el mismo camino. Una opción respaldada por 400.000 votantes se fue por el desagüe sólo por los "efectos matemáticos" del sistema de elección (y luego nos quejamos de la gran pérdida para la política que representó la retirada de Adolfo Suárez). Si el sistema fuera realmente justo podría aparecer un partido de centro o dos, entre PP y PSOE, y con sacarle 8 ó 10 escaños a cada uno se podrían formar coaliciones de gobierno sin tener que recurrir a los malvados nacionalistas rompespañas.



El miedo a la proporcionalidad

Claro que a no todo el mundo le parece mal que la ley electoral no refleje fielmente la voluntad de los ciudadanos sin añadir ni quitar nada. Un argumento que se suele emplear contra la proporcionalidad es que da lugar a parlamentos muy fragmentados, de donde sólo salen coaliciones inestables y un cachondeo y desbarajuste como el que había hace años (y aún colea) en Italia. Pero eso es fácil de contrarrestar: basta con hacer que el presidente del gobierno sea votado directamente por los ciudadanos (por un sistema que le garantice la mayoría de los votos: segunda vuelta, voto alternativo...), al mismo tiempo que se eligen los diputados (para evitar desajustes y "cohabitaciones" incómodas). Si a los socios de coalición se les quita la capacidad de hacer caer al gobierno simplemente con "retirar su apoyo" (el presidente está respaldado por los ciudadanos) se evitarán las "pataletas a los Carod" y favorecerá el sentido común.


El argumento contra el sistema proporcional basado en la "gobernabilidad", por otra parte, es bastante chusco: si se considera que la formación y existencia de un gobierno "fuerte" debe primar sobre la representación de la voluntad ciudadana en la Cámara (que es plural, siempre), desde ese punto de vista la dictadura sería el mejor "sistema electoral": que no haya elecciones (partido único y a correr, no te j...)


También se dice que abriría las puertas del Congreso a un montón de partidos extremistas, neonazis lepenianos y cosas así. Durante mucho tiempo se ha "presumido" de que en España no había ningún partido de extrema derecha (fuera de los clubes de cuatro gatos que añaden la nota colorista y folklórica a las manifas de la AVT). Pero desde hace algún tiempo tengo serias dudas de que eso sea realmente "bueno": que no haya un gran partido de extrema derecha no significa que no exista la extrema derecha, sino que lo que ocurre es que ésta se cobija debajo del PP (e incluso puede llegar a hacerse con el control del partido, como vemos actualmente). Sería estupendo que toda la purria neofranquista del PP se montara su propio partido al margen, porque sin ellos el PP se convertiría en ese partido de centro-derecha liberal, moderno, democrático y europeo que pretende ser (con escaso éxito hasta ahora), y habría más opciones de "gobernabilidad" (sería posible incluso una "Gran Coalición" como la que gobierna hoy en Alemania).


No me gustan (esto es sólo un comentario personal, fuera del tema electoral) los partidos que abarcan desde el "centro-lo que sea" a la "extrema-lo que sea", me parecen poco fiables y poco claros. Y me parece estupendo que exista IU a la izquierda del PSOE: el día que el PSOE se coma a IU me preocuparé seriamente, porque estaremos en el camino del bipartidismo puro a la americana: dos partidos convertidos en "máquinas cazavotos" y que son casi iguales porque compiten por el mismo tipo de votante, el "indeciso", con el resultado de niveles exorbitados de abstención (y no nos falta mucho para eso si se mantienen ciertas tendencias). Y en otros casos, sucede que un amplio espectro de centristas moderados está sometido a las neuras de una banda de nacionalcatólicos histéricos por perder el poder, que dirigen el "aparato", como en el actual PP. Pero bueno, todo esto da para otro debate bastante largo. Sólamente comentar (en respuesta a ese "miedo" a la aparición de partidos extremistas) que si la Ley de Partidos se aplicara realmente para todos, el peligro de que un partido fascista peligroso entrara en el Congreso estaría conjurado.


En fin, que posibilidades y alternativas tenemos por un tubo, lo que hace falta es verdadera voluntad de mejorar las cosas. Pero me da que los que pregonan que "hay que cambiar el sistema electoral" no están por la labor de hacer un sistema más justo, sino que buscan un sistema que les favorezca a ellos.



Reformadores con truco

Una vez visto qué es lo que sucede realmente con el sistema electoral español, ahora estaría bien que Mariano Rajoy, Rosa d’EjjjPPaña y demás salvadores de la PPatria explicaran qué es lo que quieren cambiar exactamente (eso de “hay que buscar una ley mejor” no es suficiente: ya va tocando mojarse). Porque las insinuaciones que se han hecho por parte de nuestros salvadores políticos y periodísticos van todas en la línea de las restricciones: subir el listón del 3% de voto mínimo (¿qué tal el 10%, como en Turquía, modelo de democracia y libertad?), o de exigir un mínimo de votos o candidaturas presentadas a nivel nacional... es curiosa esa pretensión de querer mejorar el sistema democrático limitando las opciones: “democracia sí, pero dentro de un orden”.


(Bueno, en el caso de Mariano ya conocemos su propuesta para los ayuntamientos: una ley con la que una minoría del 40% podría gobernar contra una mayoría del 60%, por el simple hecho de que la primera se concentra en una sola lista electoral -a poder ser, la del PP-: de la democracia a la “listacracia”, o mejor dicho la “listocracia”. Parafraseando a Rajoy, Rajoy interpreta de una forma curiosa el sistema democrático).


Además, todas esas barreras y restricciones para echar a los nacionalistas del Congreso son fáciles de sortear: bastaría con que todos los nacionalistas de diferentes territorios se unieran en una gran coalición (o varias), como en las europeas. Todos, absolutamente todos los territorios de España tienen algún partido nacionalista o regionalista (hasta en Madrid hay nacionalistas castellanos); hay bastantes partidos nacionalistas o asimilados como para crear dos grandes coaliciones a nivel nacional, una más de derechas y otra más de izquierdas (como en las europeas, repito).


Mención aparte merece eso de la barrera del 3%, uno de los elementos más antidemocráticos del sistema. El propio estudio de Público concluye que no tiene efecto, por lo que debería suprimirse, simplemente por estética: si una opción es muy minoritaria, la propia fórmula de reparto (D'Hondt o la que sea) se encarga de dejarla fuera; si tenemos en una provincia 4 escaños a repartir, está claro que un tío con el 4% no va a sacar escaño en la vida; y si tienes de 34 puestos en adelante, cada uno de ellos, en principio, representará a un 3% como máximo, por lo que esa barrera contradice directamente el principio de proporcionalidad. Tengo la sensación (no lo he podido confirmar) de que en su origen ese porcentaje mínimo tendría como objeto simplemente facilitar los cálculos: la Ley D'Hondt exige realizar un montón de divisiones sucesivas, y en una época sin ordenadores ni una triste calculadora, el trabajo debía ser realmente penoso. Ese mínimo serviría como "guía" para excluir aquellas candidaturas que por simple efecto matemático no conseguirían nada, y ahorrarse un montón de cuentas. Pero hoy día, siendo innecesaria, se ha mantenido con propósitos espúreos, para excluir a las opciones minoritarias a priori: así se habla de esta barrera como instrumento para "librarse del chantaje nacionalista" y se habla alegremente de subirlo aún más.


Hay ejemplos y modelos a porrillo para mejorar el sistema español, y el debate está abierto. Un día de estos, si tengo ganas, tal vez cuente cómo me gustaría a mí, después de lo que he leído por ahí (este es un tema que me interesa especialmente, y no sé bien por qué): sistema alemán de doble voto combinado con el voto alternativo australiano. Ya hay estudios hechos en España que parecen no interesar a nadie: algunas propuestas muy interesantes que he visto son ésta de Demopunk sobre el Voto Personal Transferible (empleado en Irlanda con buenos resultados y que también sería muy interesante para España), ésta otra de reforma para las elecciones autonómicas en Cataluña (extrapolable a nivel nacional) o ésta de Ready for Tomorrow que ya enlacé antes.


Pero el problema está en que realmente haya voluntad de mejorar las cosas, y eso es difícil, porque el interés de los partidos mayoritarios apunta en otra dirección. Para cambiar el sistema electoral es necesario que los partidos mayoritarios se pongan de acuerdo, pero ellos serían, paradójicamente, los más perjudicados por el cambio, así que no podemos ser optimistas. Si hay alguna reforma, lo más probable es que se haga en el sentido de restringir aún más las opciones, subir arbitrariamente los porcentajes mínimos exigibles y facilitar el bipartidismo. En pocas palabras, a los que podrían mejorar el sistema les interesa más empeorarlo. Una pena.

 
Dejen a nuestros ancianos tranquilos
19A-lomojó