Que gobiernen los "listos" más votados
Tras un paréntesis alejado de las internetes, vuelvo para hablar de un tema del que hacía tiempo quería hablar, la magufada preferida de los peperos cada vez que hay una elección de lo que sea: "Debe gobernar la lista más votada".
La historia se repite: el PP, fuerza mayoritaria y única de la derecha, es el partido más votado, básicamente porque no tiene a nadie haciéndole la competencia en su "mercado" (como mucho, algún partidillo friqui de extrema derecha al que sólo le votan los familiares del candidato); pero resulta que, en la izquierda (o en lo que no es la derecha cavernaria del PP) varias listas (PSOE, IU, algún nacionalista...), obteniendo cada una de ellas menos votos que el PP, entre todas suman más votos y más escaños. Los partidos progresistas, con programas e idearios similares (o que al menos no se dan de hostias entre ellos tanto como con el programa e ideario del PP) y sumando más votos y escaños llegan a un acuerdo para gobernar y mandan al PP a la oposición, y el PP se pone a lloriquear diciendo que "hemos sido los más votados, esto es una injusticia", y reclamando que se cambie la ley, o se haga un pacto, para que se deje gobernar a la lista más votada, independientemente de cuánto más votada sea.
¿Una injusticia? A primera vista parece que todo el mundo podría pensar que sí, que pobrecitos, que han ganado y no gobiernan... pero es que NO ES ASÍ. Elegir a quien va a gobernar una municipio, una autonomía o un país no es como elegir al ganador de Eurovisión, que participan 30, obtienen todos 50 puntos y hay uno que saca 51 y se lleva el premio. La expresión "legitimidad democrática" es más que ser el primero a los puntos. Es algo tan simple, tan de cajón, que es de primer curso de democracia: un componente básico de la democracia, la regla de la mayoría.
El gobierno de la mayoría
Explico: una cosa son las campañas electorales, los partidos y las siglas, y otra es gobernar. Entre las opciones políticas a las que apuntarnos o apoyar podemos escoger entre una amplia gama de tendencias, capillas y etiquetas: trotskistas, maoístas, marxista-leninistas, eurocomunistas, ecopacifistas, socialdemócratas, socioliberales, socialcristianos, democristianos, neoliberales, conservadores, nacionalcatólicos, fascistas... pero cuando se trata de ejercer la acción de gobierno, en la práctica sólo hay dos tipos de políticos: los que gobiernan y los que están en la oposición. Así funcionan los sistemas democráticos del mundo entero (salvo excepciones curiosas y muy limitadas, como Suiza, y esto por un acuerdo tácito de los partidos): unos señores gobiernan y dirigen el país, y otros, opuestos a ellos, fiscalizan y marcan el contrapunto desde el correspondiente parlamento, por aquello de que los poderes del Estado se controlan entre sí.
El principio del gobierno de la mayoría (o de los representantes de la mayoría de votantes, porque hablamos de democracia representativa y no directa - otra vez Suiza es la excepción) establece que el gobierno corresponde a quien obtenga el respaldo de la mayoría de los votantes. Y en este caso "mayoría" no significa "lista más votada", sino mayoría absoluta. Un partido con el respaldo del 36% de los votantes (como el PP en las últimas municipales) no reúne la mayoría para gobernar, aunque su lista sea la más votada, por la sencilla razón de que el restante 64% NO les respalda. Si el PP quiere gobernar con su 36% del respaldo, debe llegar a acuerdos con otros partidos que le permitan reunir el 50%+1 y así SÍ ser la mayoría. De lo contrario, gobernando el más votado "porque sí" (como ellos pretenden) nos encontraríamos en una situación en la que una minoría del 36% mandaría por encima de una mayoría del 64%, es decir, una paradoja, pues sería el gobierno de una minoría, mandando a la mayoría a la oposición.
Todos los sistemas democráticos del mundo funcionan por el sistema de mayoría=gobierno, minoría=oposición. Los sistemas democráticos se dividen en parlamentarios (como el nuestro) o presidencialistas (y de nuevo Suiza se sale de esta clasificación). En los sistemas parlamentarios se escoge un parlamento como representación de las voluntades de los ciudadanos, como una especie de "sociedad a escala", y quien aspire a gobernar tiene que obtener el respaldo (investidura) de la mayoría de representantes parlamentarios, que equivale a la mayoría del cuerpo electoral, y no basta con tener la "lista más votada" (dejando aparte posibles fallos prácticos del sistema electoral que convierte votos en escaños). Si su partido tiene la mayoría absoluta, pues bien. Si no, tiene que negociar el apoyo de otros hasta obtenerla. Si no lo logra, debe dejar paso a otro que pueda lograrlo (como López Aguilar en Canarias ha tenido que hacer). Si ni aún así se consigue, como última opción excepcional queda que gobierne quien logre mayoría simple, pero sólo como última opción cuando lo demás haya fallado (y desde luego nunca si los votos en contra superan a los favorables, como le pasa a muchos aspirantes del PP).
En los sistemas presidencialistas son los votantes los que votan directamente al presidente que les va a gobernar, pero también están previstos mecanismos que aseguran que el ganador está respaldado por la mitad más uno (o más) de los ciudadanos y rechazado por, como muy mucho, la mitad menos uno: de nuevo el principio de "gobierno de la mayoría. En la mayoría de los casos el "mecanismo" es una segunda vuelta entre los dos más votados cuando nadie obtiene mayoría absoluta. Otros sistemas más sofisticados establecen el "voto transferible", que ahorra el tener que ir dos veces a la urna. Otros sistemas, más imperfectos (que no preven esos mecanismos) han evolucionado por sí mismos a un sistema en el que los partidos se agrupan en torno a candidatos comunes para evitar que la división del voto de un bando (izquierda o derecha) favorezca al otro (vamos, que hacen la primera vuelta "en su casa" y acuden a la elección con un solo candidato como si fuera una segunda vuelta). Lo que desde luego no sucede es que un señor con un 36% del voto (e incapaz de atraerse a nadie más, como el PP) se convierta en Presidente; y si sucediera, el país estaría ante una crisis política bastante gorda.
El objetivo de ambos sistemas es garantizar que quien vaya a gobernar tenga el apoyo de la mayoría de la ciudadanía, expresado a través de sus representantes (parlamentarismo) o directamente (presidencialismo). Y debe ser una mayoría clara, que supere a la minoría de los que se oponen. Lo que propone el PP, el gobierno ipso facto de la lista más votada, significará en la mayoría de los casos que el alcalde o presidente de turno será rechazado desde el principio por más ciudadanos de los que le apoyan, con lo que estaríamos contradiciendo el principio de "gobierno de la mayoría". Como decía, esto es "de primero de Democracia".
La doctrina pepera de la victoria a los puntos
Ayer Mariano Rajoy, tras desbancar del gobierno canario a la lista más votada (PSOE), volvía a insistir en el tema, quejándose de que en su (y mi) Galicia natal el PP está en la oposición habiendo ganado por 10 puntos al segundo (PSdG-PSOE) y 20 al tercero (BNG). Mariano piensa que la Xunta es Eurovisión o algo así, "PP, twelve points". Si Rajoy tuviera dos dedos de frente no sería necesario recordarle que el actual gobierno PSOE-BNG de la Xunta de Galicia cuenta con el respaldo del 53% de los votantes gallegos y 110.995 votos más que el PP. 53%, mayoría absoluta clara, frente al 46% del PP (el 1% que falta fue a grupos extraparlamentarios). Si dejáramos gobernar al PP "por ser la lista más votada" tendríamos a un partido con el 46% de los votos gobernando frente a un 53% que lo rechazaría, una minoría gobernando por encima de una mayoría (¿alguien cree que el BNG y/o el PSdeG apoyarían al PP?), y todo por la peregrina justificación de que fueron tan listos que concentraron sus votos en una sola lista en lugar de en dos con programas similares. Y quien dice Xunta de Galicia dice Concello de Ourense o cualquier otra situación similar donde el PP lloriquea por el mismo motivo.
También en los días posteriores a las elecciones municipales he oído a muchos peperos de a pie protestar: "en Ourense hemos conseguido 26.200 votos y por culpa de los pactos esos 26.200 votos no van a servir para nada". Quejas análogas se han oído en otros lugares donde han pasado cosas parecidas. Pues miren, ese "argumento" es muy fácil de rebatir, basta con mirarlo desde el otro lado: si se deja gobernar al PP "porque sí", por ser "la lista más votada", resultará que los que "no habrán servido para nada" serán los más de 28.700 votos del PSOE+BNG. Se habrían "desperdiciado" 2.500 votos más que con el pacto. Hay que "minimizar el daño", señores. Lo dicho, los más tienen que gobernar y los menos estar en la oposición.
Claro que tampoco debemos olvidar la laxitud con la que el PP se aplica a sí mismo lo que exige a los demás, tanto en este asunto como en tantos otros. Da la risa oír a Rajoy quejarse por el bipartito de Galicia al mismo tiempo que en Canarias PP y CC hacen lo mismo. Que ojo, yo considero que, de acuerdo con el principio de la mayoría del que hablaba antes, el pacto PP-CC es perfectamente legítimo y válido, y considero que López Aguilar y el PSOE, si no han logrado construir una mayoría a pesar de ser los más votados, pues lo siento mucho pero se tienen que joder. En las municipales de 2003, el PP, a pesar de ya entonces repetir la cantinela de "la lista más votada", no tuvo empacho en investir en Porqueira a la candidata menos votada, como ya conté en otra ocasión. Por no hablar de lo que pasaba en muchos municipios vascos donde hace años los más votados eran HB (aunque en este caso aceptamos barco como animal acuático).
Y es que además hay otro problema, que demuestra que en el PP no se toman estas cosas en serio y lo único que buscan realmente con todo esto es practicar el victimismo: no sólo se trata de que fulanito del PP sea nombrado alcalde o presidente autonómico; es que además, después de éso, debe gobernar. Y para sacar adelante sus iniciativas debe contar con apoyo parlamentario (o de la corporación municipal, en su caso). Supongamos que, por ejemplo, aceptamos a Núñez Feijóo como presidente de la Xunta (con su 46% frente al 53% y sus 110.995 votos menos): ¿qué iba a hacer ese señor cuando los votos en contra del PSOE y del BNG le tumbaran en el Parlamento todas las iniciativas, proyectos y presupuestos? Pues que simplemente no podría gobernar ni llevar a cabo su programa... o tendría que gobernar según el programa de la oposición... lo que lo llevaría a tener que dimitir, a menos que se aferrara al sillón ("De aquí no me mueve nadie, que soy la lista más votada"), con lo que tendríamos una legislatura bloqueada y perdida. Estas situaciones son las que nos propone el PP con su idea de "reforma electoral".
En definitiva, si el PP es un partido tan simpático y dialogante que no ve manera de lograr el apoyo de nadie que no sean ellos mismos, a joderse tocan. Los pactos son algo básico y fundamental en un sistema parlamentario, y si no entienden eso es que no entienden el sistema. Y si lo que quieren es cambiar a un sistema presidencialista, que se haga bien. Estoy dispuesto a apoyar un sistema de elección directa de alcaldes e incluso de presidentes, pero con una condición imprescindible: segunda vuelta o cualquier otro método que garantice que el ganador cuente con el respaldo mayoritario de los votantes. Así sería no sólo más justo y más democrático (no tendríamos a una minoría gobernando sobre una mayoría, como describí antes), sino más operativo, porque se evitaría el bloqueo del que hablaba en el párrafo anterior. Lo malo de la segunda vuelta (para el PP) es que, de aplicarse, teniendo en cuenta la mayoría social de este país, el PP no volvería a gobernar en muuucho tiempo en la mayoría de lugares: fuera de sus feudos les tocaría siempre banquillo, y el gobierno de España ni lo olerían. Es más: aún aplicando la propuesta de Rajoy, el voto de la izquierda, ahora dividido en varias listas (menos votadas que la del PP), acabaría por moverse hacia el voto útil, por lo que el PSOE saldría reforzado, y en muchos sitios donde ahora el PP es "el más votado", dejaría de serlo. Qué pena, Mariano.
Claro que, como sospecho, tal vez toda esta idea de Rajoy de cambiar un sistema electoral supuestamente injusto no sea más que otra maniobra de propaganda. Sin segunda vuelta, lo que él propone sería más injusto todavía (en principio, porque a la larga se crearía un bipartidismo puro izquierda/derecha que perjudicaría al PP, como hemos visto), y con segunda vuelta tal vez el PP saldría más perjudicado. El caso es hacer un poco de victimismo y de desinformar, sembrando la idea de que lo democrático es que gobierne el más votado "porque sí", montar ruido y presentarse como el Salvador de la Patria que nos va a traer verdadera democracia. Lo de siempre, vamos.
De todos modos, seamos constructivos: propongo una elección directa de alcaldes, pero a dos vueltas: ¿hay cojones para aceptar la doble vuelta, Mariano? como me da que no, mi otra propuesta es que mantengamos el sistema actual, pero que el candidato de la lista más votada sea agraciado con una banda como la que lucen las "misses" que diga algo como "Lista más votada Ourense 2007"; podrá lucirla en los plenos y en los actos públicos, aunque no sea alcalde (o presidente, o lo que sea), y le dará derecho a ciertos honores protocolarios. Así espero que al menos lloriqueen menos.
2 comentarios:
Acabo de llegar a este blog a través de sus excelentes comentarios en escolar.net y descubro con alegría que usted y yo compartimos ciudad.
Su bitácora me parece excelente, aunque le recomiendo aumentar ligeramente el tamaño de la letra.
A partir de ahora le visitaré con frecuencia.
Saludos.
Saludos, paisano. Tomo nota de lo del tamaño de letra, porque es verdad, este blog tiene una letra de hormiga... como la mía al escribir a mano (será de eso).
Muchas gracias por los piropos, aunque entre nosotros, prefiero que no me llamen de usted, que me hace sentir mayor (aún recuerdo el trauma que sufrí la primera vez que un niño se dirigió a mí como "Perdone, señor..."). ;-)
Gracias, bienvenido y saludos.
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