jueves, 25 de diciembre de 2008

Cuento de Navidad en 2008

Me encontré, hace pocos días, con un conocido (que no amigo), uno de esos españoles "de bien", católico de derechas, como dicen que Dios manda. Tras un par de protocolarios saludos y comentarios de "¿qué tal?" y todo eso, hablamos sobre los estresantes preparativos de la Nochebuena y la compra de regalos. Él, que conoce un poco de qué pies cojeo, debió ver una oportunidad para joder una conversación hasta ese momento cordial: me miró con mirada inquisitiva, y con bastante sorna me preguntó:

- Y tú, que eres tan ateo, ¿a qué viene que celebres la Navidad?

"¡Hala, carallo!", pensé. No era la primera vez que me encontraba ante esa pregunta, así que no me pilló desprevenido. Me paré unos segundos para recopilar las respuestas y argumentos, ponerlos en orden y estructurarlos en un discurso adecuado.

Pensé en decirle, para empezar, que en mi casa siempre hemos celebrado la Navidad sin necesidad de rezos ni misas, porque aunque vengo de una familia católica siempre hemos visto estas fechas, ante todo, como una ocasión para reunirse toda la familia, compartir una buena cena, intercambiar regalos y pasar un buen rato en compañía de seres queridos. Y que la noche del 24 de Diciembre era un momento tan bueno como cualquier otro, pero teniendo en cuenta que el mundo en que vivimos tiene esa fecha fijada para esa clase de celebración entrañable y familiar (los usacas prefieren Acción de Gracias, miratú), pues así lo hacíamos, porque es la costumbre de la familia y participar en la cena de Nochebuena no perturbaba mis no-creencias ateas, porque también iba a bodas por la Iglesia de amigos y parientes sin que eso me incomodara.

Pensé también en decirle que la Navidad tiene mucho más contenido de tradición cultural que de celebración religiosa, que ya los romanos celebraban algo en estas fechas, que las tradiciones navideñas están repletas de elementos paganos (sin ir más lejos el árbol - en mi casa siempre hemos sido más de árbol que de belén, aunque desde hace pocos años ponemos las dos cosas, porque el belén casa bastante bien con la afición de mi padre por las maquetas y las manualidades), y que ya que todo un planeta se ponía de acuerdo para celebrar una tradición cultural de raíz religiosa pues qué bien, y que aunque ya no se creyera en esa religión la cultura asociada a ella tiene valor por sí misma, porque también puedo admirarme y disfrutar de la belleza y grandiosidad de una catedral, por ejemplo, o de una pagoda de la India, sin ser creyente.

Pensé también en explicarle que uno no necesita ser católico, ni siquiera cristiano, para entender y sentir el "espíritu navideño", pues por más que a los creyentes no les entre en la cabeza, uno puede ser "bueno", perfectamente ético y moral, sin tener ninguna fe religiosa, y que la moral cristiana, al igual que la mayoría de morales religiosas, se fundamenta en la máxima "ama al prójimo como a tí mismo", y que ahí no se menciona para nada a ningún Dios, ni ningún niño divino nacido de una virgen, ni ningún dogma de fe, porque la moral y los dogmas son cosas distintas aunque a los curas les guste mezclarlas, y que por eso un ateo puede experimentar igualmente sentimientos de solidaridad, piedad, compasión y respeto por sus semejantes, aunque no crea ni en Dios ni en el alma inmortal ni en el castigo del infierno.

Todo esto estaba yo pensando cuando ví la cara complaciente de mi interlocutor, que a la espera de mi respuesta esbozaba una sonrillisa sarcástica, como diciendo que como soy ateo, de algún modo (a su entender, claro) no tengo derecho a celebrar la Navidad y que si lo hago debo ser un incoherente, un hipócrita o algo por el estilo. Así que, para no hacerle esperar más, devolví todos los argumentos anteriores al cajón y le respondí escuetamente, con la misma sonrisilla que él me mostraba:

- Pues yo celebro la Navidad básicamente porque me sale de los cojones.

(y felices fiestas para todos, seáis ateos, católicos o mediopensionistas)

domingo, 2 de noviembre de 2008

Los Reyes nunca votaban. ¿Y ahora?

Es un hecho conocido que ningún miembro de la Familia Real participa nunca en ninguna de las elecciones que se celebran, ni generales, ni autonómicas, ni municipales, ni europeas. Sólo han acudido a votar en algún referéndum de especial trascendencia (la Ley para la Reforma Política del 77, el de la Constitución en el 78 y no sé si alguno más).

Ni la Constitución ni ninguna ley les impone esa norma. En teoría, tanto el Rey, Jefe del Estado, como su familia, pueden ir a votar y meter en la urna la papeleta de un partido. Pero Juan Carlos I ha establecido y mantenido siempre esa costumbre de no votar, por propia iniciativa. El motivo de esa abstención es manifestar que como Rey y representante de “la unidad y permanencia” de la nación española, tal como establece la Constitución, es un representante de TODOS los españoles y como representante de todos debe mantener una exquisita neutralidad y una imparcialidad absoluta. Por eso no puede tomar partido por nadie, en este caso ejerciendo su derecho al voto. Aunque la ley no les obligaba, los Reyes han mantenido siempre una discreción ejemplar dentro de la agitada vida política española, discreción necesaria para cumplir su papel.

Gracias a esta postura de neutralidad política, nunca en 30 años de democracia ningún partido ni bando político ha podido apropiarse de la Corona para reforzar su posición ni sus ideas, ni nadie ha podido salir a la palestra a defender sus propuestas diciendo “la Casa Real está conmigo”. Y no han faltado veces que se ha intentado: recuerdo que cuando millones de españoles nos manifestábamos contra la invasión de Iraq hubo voces que pedían que el Rey interviniera para frenar a Aznar. Recuerdo haber discutido del tema con algún amigo, diciéndole que eso no podía ser, porque el rey no puede intervenir en la actuación del gobierno ni tomar partido en las discusiones de la opinión pública, por más que nos joda. Posteriormente, tampoco han faltado voces que han reclamado la intervención del Rey en asuntos polémicos como los últimos estatutos de autonomía que “rompían España”, según decían unos (y los otros también quisieron liar al Rey en eso). Y de nuevo, con buen criterio, la Corona no dijo ni pío, porque esa es su obligación.

El precio de mantener el puesto sin responder ante las urnas es la discreción absoluta, y eso es algo que Juan Carlos I sabe muy bien. La Corona española no tiene opinión: pueden pensar lo que les dé la gana, pero jamás lo expresarán públicamente, pues automáticamente se pondrían al lado de unos españoles y en frente de otros españoles. Ni el Rey ni su familia votan, ni se pronuncian, ni leen otros discursos que los que escriba el gobierno elegido por los ciudadanos. Durante 30 años esa ha sido la norma.

Pues bien, esa tradición de imparcialidad de la Casa Real ha saltado por los aires: en el último libro de Pilar Urbano sobre la Reina del que tanto se está hablando ha tirado por tierra esa imagen de que los Reyes son “de todos”: a partir de ahora, ya se sabe con quién va la Reina, y ésos ya han empezado a aprovecharse. El asunto es mucho más grave de lo que parece, porque ya sabemos de qué equipo va la mujer del árbitro, y en esa situación los partidos se enrarecen bastante.

Me importa poco (más bien nada) el contenido de las declaraciones de la Reina: estoy en desacuerdo con la mayoría, aunque comparto algunas (ha dicho que está a favor de una muerte digna – aunque ha añadido matices – y ha expresado una mala opinión sobre la actuación de George W. Bush). Lo que me parece inaceptable es que se haya pronunciado de forma tan clara sobre tantos temas: ha tomado partido sobre leyes que aún están en discusión, ha hablado de dirigentes mundiales en ejercicio y ha adoptado argumentos de determinados partidos. No me valen los paños calientes sobre que la Reina no tiene el papel constitucional del Rey, que “pobrecita, hay que dejarla opinar”, ni nada de eso. La Reina, en un libro de este tipo, debería haberse limitado a hablar de su familia y sus recuerdos, de sus aficiones, de arte y de proyectos humanitarios, evitando los pronunciamientos políticos. La Reina puede pensar lo que quiera, pero en su posición no puede airearlo alegremente como un ciudadano corriente, porque los Reyes no son ciudadanos corrientes. Al contrario, esta Reina que fue definida por su marido como “una gran profesional” ha demostrado una indiscreción propia de principiantes.

Después de oír las declaraciones de los implicados, sospecho que Pilar Urbano, periodista del Opus y de la escuela de PPedrOjete que ya ha estado metida en otras polémicas y que ahora se está haciendo una buena tournée de medios, haya aprovechado confidencias privadas para hacer públicas las opiniones de la Reina, que casualmente son las suyas (tal vez si fueran las contrarias no las hubiera publicado, quién sabe). Dice que no hizo grabaciones, así que será su palabra contra la de los demás. Pero como algún colega ha insinuado, esto apesta a sucia maniobra de la derecha más cavernaria para apropiarse de la Corona en su beneficio.

Algo que nunca había conseguido nadie, pero que Pilar Urbano ha conseguido por culpa de la indiscreción de la Reina, una indiscreción que ha hecho más daño a la Corona que el “cese temporal de la convivencia matrimonial” de la infanta Elena, las operaciones de nariz de la Leti y las cacerías de osos del Juancar juntas. La cagada de la Reina no tiene disculpas: a partir de ahora un gran número de españoles (no sólo los “gAys”, como dice Pilar Urbano) saben que al menos la mujer del Rey actual y madre del futuro les ve con antipatía. Posiblemente, el 30 de Octubre de 2008 haya significado el principio del fin de la monarquía. Este es un libro que no deberían haber dejado que se publicara; digo más, la Reina nunca debería haberse prestado a participar en él.

He visto en televisión que se rumorea que el Rey está con un cabreo monumental por este asunto: cabreo con los chupatintas a su servicio a los que le han colado esto, cabreo con la lianta de Pilar Urbano y sobre todo cabreo con su señora esposa. No es para menos, porque se ha cargado el trabajo de 30 años de “plebiscito diario”, como él lo definió una vez.

Por último, un aplauso y un tirón de orejas: aplauso para Esteban González Pons, portavoz del Partido Popular que ha dicho que con sus declaraciones la Reina ha ofendido a muchos españoles. Suscribo punto por punto lo que ha dicho González Pons, diciendo las cosas con claridad y sensatez (y eso que es del PP – aunque ya han pedido su cabeza desde los sectores más retrógrados de su partido). Y el tirón de orejas para el PSOE y el gobierno, que parece que han querido ser más papistas que el Papa, echando balones fuera e incluso atreviéndose a pedir la cabeza de González Pons por sus declaraciones. Lo primero se puede explicar porque desde la posición de gobierno deben tratar ciertas cosas con mucha delicadeza, pero lo segundo es inaceptable, porque lo que ha dicho González Pons es la pura verdad. Óle, óle y óle por González Pons.

En fin, a ver a dónde va a parar esto. Esperemos que la Reina sea discretamente apartada de la primera fila y se desautorice claramente a Pilar Urbano, por aprovechada y manipuladora. Si no, habrá que pedirle a la señora Sofía que abandone la Zarzuela, porque si va a defender posiciones políticas debería pasar por las urnas como los demás. Me quedo con el genial e irónico comentario de Poliket en lo de Escolar: yo, cuando esta mujer se presente a la reelección paso de votarla; creo que no me representa. ¿Para cuándo se vota?”

domingo, 19 de octubre de 2008

Ejercicio para equidistantes

¡Busca las diferencias!

Entre estar enterrado así:


... y estar enterrado así:


Y ahora cuéntame el chiste ese de que "hay que tratar por igual a las víctimas de todos los bandos". Sí, como hasta ahora, ¿verdad?

Una vez más, me cago en la equidistancia.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Qué tiene de malo el libertarianismo (y III)

Después de la primera parte y la segunda, aquí tengo la tercera y última parte de mi traducción del magnífico ensayo de Mark Rosenfelder sobre el libertarianismo.

Ideologías del Malo Único

A pesar de la inteligencia de muchos de sus partidarios, el libertarianismo es un caso del tipo más simple (y por lo tanto más tonto) de política: la ideología del Malo Único. Todo es culpa del Estado (un libertariano, por ejemplo, leyendo mi lista de los males del laissez-faire de arriba, no habrá hecho caso de nada salvo de “diplomacia del gran garrote”. Es como la historieta de Gary Larson “qué entienden los perros”, con el nombre del perro substituido por “Estado”).

La ventaja de las ideologías del Malo Único es obvia: ante cualquier situación dada, nunca tienes que esforzarte en pensar para descubrir al culpable. Las desventajas, sin embargo, son peores: no puedes ver tu objetivo primordial claramente – el odio es un par de lentes oscuras – y no puedes ver los problemas causados por todo lo demás.

Es un hábito de la mente que hace al libertarianismo infalsable, y por tanto inaplicable al mundo. Todos los males son culpa de una institución; y como no tenemos ningún ejemplo del mundo real donde ese agente esté ausente, las premisas no pueden ser probadas.

No ser libertariano no significa adorar al Estado; significa aceptar la complejidad. El mundo real es un lugar monstruosamente complicado; no hay solamente una cosa que esté mal en él, ni con cambiar sólo una cosa se va a arreglar. Cosas como la prosperidad y la libertad no tienen una causa; son el resultado de un equilibrio.

Hay una teoría alternativa: el pecado original. La gente estropeará las cosas, sea por estupidez o por maldad activa. No hay ninguna clase mágica de gente (por ejemplo “el Estado”) que pueda ser eliminada para así producir la utopía. Cualquier institución puede fallar, o caer en la criminalidad activa. Pon a cualquiera en el poder – sean comunistas o ingenieros u hombres de negocios – y abusarán de él.

¿Significa esto que no hay esperanza? Por supuesto que no, sólo significa que debemos permitir que las instituciones se equilibren. Gobierno, partidos de la oposición, empresas, medios de comunicación, sindicatos, iglesias, universidades, organizaciones no gubernamentales, todos controlándose entre sí. El poder se distribuye tan extensamente como sea posible para evitar a cualquier institución monopolizarlo y abusar de él. No es siempre una solución bonita, y puede ser frustrantemente lenta e ineficaz, pero funciona mejor que cualquier alternativa que yo conozca.

El problema de los mercados

Los mercados son muy buenos para algunas cosas, como decidir qué producir, y distribuirlo. Pero los mercados sin restricciones no producen prosperidad general, y las empresas sin ley pueden abusar de su poder y lo harán. Los ejemplos pueden ser multiplicados ad nauseam: basta con leer algo de historia – o el periódico.

• Puesto que los recursos naturales son considerados como ganancias gratuitas mientras que la contaminación no se cuenta en los balances, las empresas sin control se apoderarán de los recursos y contaminarán hasta destruir el medio ambiente.

• La industria de los alimentos, dejada a su aire, pondrá porquerías en la comida y mentirá sobre su composición. Las pocas industrias que tienen excepciones respecto a las leyes alimentarias (por ejemplo, abastecedores de alcohol y suplementos) luchan duramente para seguir de esa manera. El sector alimenticio se resiste incluso a proporcionar información a los consumidores.

• Las empresas pondrán trabas para emplear a las minorías y rechazarán servirlas, o las servirán solamente de manera degradante.

• Las empresas crearán productos inseguros, pondrán en peligro a los trabajadores, se aprovecharán en tiempos de crisis, utilizarán violencia para evitar la sindicación – y gastarán millones en financiar a políticos que eliminarán el derecho de la gente a limitar estos abusos.

• Gracias al clima económico neoliberal, compañías están alegremente deslocalizando empleos, bajando los salarios y empeorando las condiciones de trabajo.

• El mismo clima libertariano anima a los narcisistas a pagarse hermosos sueldazos mientras dirigen de forma incompetente, y lleva a la contabilidad falseada, a los chanchullos bajo mano y a la corrupción.

• Las empresas crean monopolios y cárteles cuando pueden hacerlo; y lo primero que hacen los monopolios es subir los precios.

• Las empresas pueden crear burocracias tan impenetrables y despilfarradoras como la de cualquier administración pública (las peores con las que nunca he tenido que tratar son las de las aseguradoras médicas. Y no, no es la “regulación del estado” lo que las hace así; los aseguradores tienen interés en la hacer los procesos de demanda tan difíciles como sea posible).

• Los medios de comunicación controlados por el Estado son malos; pero los medios controlados por las corporaciones no son mucho mejores, especialmente teniendo en cuenta la consolidación de los medios importantes. La democracia necesita diversidad de voces, y en lugar de ello nos estamos moviendo hacia la dominación de las ondas por unos pocos conglomerados.

• Los pobres están mal servidos incluso en los servicios básicos: pagan más por el alimento; pagan un dineral por apartamentos asquerosos; no pueden conseguir préstamos aunque puedan conseguir cuentas bancarias; si pueden encontrar un trabajo está mal pagado, y sin seguro médico. Las áreas pobres también están altamente contaminadas (de modo que se producen problemas masivos de salud), mientras que carecen los servicios tales como cines.

Las respuestas libertarianas a esta lista van más allá de lo asombroso:

• "Las empresas tendrían que ser estúpidas para hacer esas cosas". Pues entonces deben ser estúpidas, porque las hacen. La discriminación racial privada, por ejemplo, duró cien años, y no terminó por un cambio de mentalidad de los empresarios, sino por la organización de los negros y los progresistas. El programa del Partido Libertariano de hecho pretende que la discriminación privada vuelva a ser legal.

• “El mercado corregirá esos problemas”. En algunos casos sí – si esperas lo suficiente. Pero muy a menudo es simplemente imposible: por ejemplo, los monopolistas se aseguran de que no haya alternativas (uno de los magnates del ferrocarril, por ejemplo, se aseguró de comprar también las líneas de vapores). Y aunque a veces se pudiera romper un monopolio empezando una competencia bien respaldada por los bancos, eso no era (en mi opinión) ningún consuelo para un productor de petróleo que veía a Rockefeller apoderarse de todas las refinerías. A duras penas podría haber montado su propia refinería, y se habría ido a la bancarrota antes de que alguien tuviera éxito actuando así.

La esclavitud es otro ejemplo: aunque algunos esperaban que eventualmente el mercado la hiciera poco rentable, con seguridad ello llevaría su tiempo, y ni el esclavo ni el abolicionista tenían otra forma de presionar a los esclavistas que el Estado.

(Habitualmente los libertarianos dicen oponerse a la esclavitud... pero eso es tremendamente fácil de decir después de la Guerra de Secesión y el movimiento pro derechos civiles. Los esclavistas pensaban que estaban defendiendo sus sagrados derechos de propiedad privada y autogobierno).

• “También creemos en las leyes”. Y en efecto lo hacen, de una manera bastante conmovedora; sólo que en lo que no creen es en su cumplimiento. En la ideología libertariana, el hecho de hacer cumplir las leyes aprobadas por legislaturas democráticas es llamado “hombres con armas” o “fuerza coercitiva”. Y si no se hacen cumplir, las leyes no son más que bonitas palabras. Esto se puede ver hoy día en Latinoamérica, que a menudo tiene leyes muy avanzadas. La elite capitalista y terrateniente sencillamente las ignora.

• “Entonces ¿qué pretendes, cines estatales?”. La ideología del Malo Único es tan fuerte que la única respuesta que algunos pueden dar a un fallo del mercado es inventarse una supuesta respuesta estatista y criticar esa respuesta inventada. A veces la mejor solución para estos problemas es usar los mercados – una vez que han recibido en el culo una buena patada progresista para que la encuentren.

Y estas son las mejores respuestas. Muy a menudo la única respuesta consiste en explicar que nada malo puede suceder en la utopía libertariana. Pero el dogma libertariano no puede ser sustentado con doctrina libertariana: eso es una “petitio principii”.

O sencillamente se niega que esas cosas sean problemas. Un correspondiente me sugería que los pobres no deberían “quejarse” por no conseguir créditos – “Yo no haría un préstamo si creo que no me será devuelto”. Esto no solamente es desalmado sino también ignorante. ¿Quién dice que los pobres sean un mal riesgo de crédito? A menudo reciben un impulso de organizaciones comunitarias, pero los bancos pueden servir bien en áreas de bajos ingresos – a la vez haciendo dinero y promoviendo la propiedad de la vivienda. Instituciones como el Banco Grameen han descubierto que los microcréditos funcionan muy bien y son rentables, en los países más pobres de la Tierra, tales como Bangladesh.

Una sociedad equilibrada

Una solución probada para la mayoría de estos males es el liberalismo progresista. Durante cincuenta años los progresistas gobernaron este país, generando una prosperidad sin precedentes, y convirtiéndolo en la primera nación consolidada de clase media.

Si buscas la prosperidad para la mayoría – ¿y por qué la mayoría habría de apoyar otro objetivo? – necesitas un equilibrio entre el Estado y el sector privado. Para ello necesitas varias cosas:

• El imperio de la ley. Esto significa regulaciones, policía efectiva y tribunales justos. Como dijo Stephen Holmes, “No hay imperio de la ley hasta que la mafia necesita abogados”. Neal Stephenson señala lo mismo en Zodiac: en una sociedad progresista puedes abochornar a las empresas para hacerlas obedecer la ley, porque no les gusta la mala publicidad. No tienes ese recurso con las mafias.

• Confianza de los consumidores. Eso significa que el fraude y el abuso son perseguidos, y que no necesitas pagar sobornos para que las cosas se hagan como deben (una gran razón por la que la mayoría de los países pobres permanecen pobres).

• Estado Y empresas responsables. Eso significa democracia, derechos sindicales y del accionista, y prensa libre. Personalmente, creo que llegaremos a darnos cuenta de que la monarquía tampoco sirve para los negocios.

• Competencia. Los monopolios suben las tarifas, ahogan la innovación, abusan de las empresas dependientes y dan unos servicios lamentables (los “barones del robo” del siglo XIX buscaban explícitamente los monopolios, y los querían para aumentar sus beneficios).

• Una pirámide empresarial de amplia base, no sólo unas pocas multinacionales en lo alto. Las pequeñas y medianas empresas son habitualmente el motor de la innovación y del desarrollo de las ciudades, y las mayores creadoras de empleo.

• Ninguna barrera a la promoción social ni a la innovación empresarial (por ejemplo, racismo, monopolios, “licencias” cuyo único propósito es proteger a los negocios existentes, préstamos o tribunales inasequibles, sistema educativo excluyente, sobornos, mafias).

El Estado cuesta dinero

Quizá el meme libertariano más mediático – y uno de los más nocivos – es la pretensión de pintar los impuestos como un robo.

Para empezar, eso no es honesto. La mayoría de los libertarianos aceptan el Estado para encargarse de la defensa y de hacer cumplir la ley (hay algunos extremistas que ni siquiera creen en la defensa nacional; supongo que desean tener su utopía libertariana durante un rato, para al poco entregársela a invasores externos).

Ahora bien, la defensa nacional y el cumplimiento de la ley cuestan dinero: cerca del 22% del presupuesto del 2002 – 33% si se excluye la seguridad social. No puedes tragarte eso y al mismo tiempo sostener que todo impuesto es malo. Al menos, el coste de esas funciones no es “tu dinero”, sino un justo pago por servicios que son necesarios.

Los americanos disfrutan de los frutos de la investigación científica, una fuerza de trabajo cualificada, autopistas y aeropuertos, alimentos limpios, etiquetado honesto, Seguridad Social, seguros de desempleo, bancos de confianza, parques nacionales... El libertarianismo ha promovido ese espejismo peculiarmente americana de que todo eso es gratis. Eso convierte el “morder la mano que te da de comer” en una filosofía.

En segundo lugar, lleva directamente a la irresponsabilidad financiera de George Bush. ¿Animaría algún libertariano a su familia, o a su empresa de software, o a su club de tiro, a gastar el doble de lo que ingresan? Cuando los libertarianos mantienen que, entre los pobres, esa irresponsabilidad es tan mala, ¿por qué es buena en el Gobierno?

No es excusa decir que los libertarianos no querían que el Gobierno aumentara los gastos, como ha hecho Bush. Como juzgues a los demás, así serás juzgado. Los libertarianos quieren juzgar al progresismo no por sus metas (por ejemplo, ayudas a los niños pobres), sino por sus efectos colaterales (por ejemplo, embarazos adolescentes). La cosa más fácil en el mundo para un político es bajar los impuestos y aumentar el gasto. Atacando al propio concepto de la imposición, los libertarianos ayudan a los políticos – y al público – a complacer sus peores impulsos.

Finalmente, oculta la dependencia del Gobierno: el motor económico de los Estados Unidos aún está en el Medio Oeste, el Nordeste y California – áreas demócratas ampliamente progresistas. Como Dean Lacy ha señalado, en la última década los “estados azules” [estados de mayoría demócrata – N. del T.] del 2004 pagaron 1,4 billones de dólares en impuestos federales más de lo que recibieron, mientras que los “estados rojos” [estados de mayoría republicana – N. del T.] recibieron 0,8 billones de dólares más de lo que pagaron.

La moralidad de los “estados rojos” no solo consiste en ser irresponsable con el dinero que ellos pagan como impuestos: es ser irresponsable con el dinero que pagan otros. Equivale a oponerse que haya becas a base de robarle el dinero a los otros niños.

Moralidad inaceptable

En último término, mi oposición al libertarianismo es moral. Discutir teniendo en medio un abismo moral es habitualmente ineficaz; pero al menos deberíamos ser claros con respecto a cuáles son nuestras diferencias morales.

Primero, la adoración del que ya es afortunado y el desdén por el impotente es esencialmente la moralidad de un sicario. El dinero y la propiedad no deberían estar privilegiados por encima de todo lo demás – amor, humanidad, justicia.

(Y no olvidemos esa espeluznante fascinación por el poder de las armas – como se ve en ESR, Ron Paul, Heinlein y Van Vogt, en el presidente de “Advocates for Self-Government” Sharon Harris, en el Cato Institute, en el website de Lew Rockwell y en el Mises Institute).

Me gustaría poder convencer a los libertarianos que los extremadamente opulentos no les necesitan como sus abogados gratuitos. El poder y la riqueza no necesitan “equipo de animadoras”; ellos no son – por definición – una clase oprimida que necesite nuestra ayuda. El poder y la riqueza pueden cuidarse solos. Son los pobres e indefensos quienes necesitan ayudas y defensores.

Los libertarianos me recuerdan la descripción que hizo G.K. Chesterton de aquella gente tan ansiosa por combatir a la ideología odiada, que serían capaces de destrozar sus propios muebles para hacerse palos con los que golpear. Una vez más, James Craig Green:

Las excusas típicas son “bien común”, “moralidad pública”, “valores familiares tradicionales”, “derechos humanos”, “protección del medio ambiente”, “seguridad nacional” e “igualdad”. Cada una de ellas apela a la histeria confusa de un sector de la población. Cada una de ellas permite negar la propiedad a su legítimo poseedor. Cada una de ellas niega el concepto de propiedad privada.

Aquí hay un punto de vista moral muy diferente: Jimmy Carter describiendo por qué construye casas con Habitat para la Humanidad:

Desde mi niñez rural, cuando a menudo pasaba las noches con vecinos negros que vivían en chabolas ruinosas y frías, hasta mis años en la Casa Blanca cuando vi los apuros de los sin hogar y de aquellos atrapados en infraviviendas por todo el mundo, he sabido que tener donde vivir es importante. Y sé, como cristiano, que tengo la responsabilidad de ayudar en lo que pueda, pues como trate “al último de estos”, estaré tratando a mi Creador.

¿Es esto “histeria confusa”? No, es simple decencia humana. Es triste ver a algunos retorcerse en subterfugios para denigrar la aspiración humana (y el mandamiento Bíblico) de ayudar al prójimo.

En segundo lugar, es la filosofía de un niñato, de alguien que ha leído demasiado Heinlein, que ha asimilado la sórdida idea de que una elite intelectual debería gobernar a las masas infrahumanas, y que se ha convencido a sí mismo de que haber leído un par de noveluchas lo convierte en parte de esa elite.

Lo tercero, y quizá lo más común, es que es la visión del mundo de un paleto narcisista. Como ya he observado en mi repaso al siglo XX, el liberalismo progresista ganó sus batallas tan incontestablemente que la gente ha olvidado por qué se lucharon esas batallas.

Es difícil leer a los libertarianos sin sacar la conclusión de que nunca han estado fuera del país – tal vez nunca han ido más allá de los suburbios. No conocen cómo es el dominio de las elites en Latinoamérica; no conocen ninguna manera de gestionar una economía industrial, aparte de la estadounidense; no saben cómo es un gobierno realmente opresor; nunca han vivido una depresión; nunca han vivido en un barrio bajo ni han sufrido discriminación racial. Al mismo tiempo, tienen un sentido del privilegio muy americano: un sentimiento interior de que se han ganado la prosperidad en la que nacieron, de que no le deben nada a la comunidad, de que tienen derecho a tener cualquier cosa que quieran y de que nadie debería estorbarles.

En fin, que están malcriados, y han desarrollado una filosofía según la cual deben ser malcriados.

No quiero descartar la posibilidad de la confusión sin mala fe. Alguna gente puede estar atraída por algunas partes del programa libertariano sin aceptar con ello su moralidad subyacente.

Conclusión

“La prueba de nuestro progreso no es que agreguemos más a la abundancia de los que tienen mucho; es que proporcionemos lo suficiente a aquellos que tienen demasiado poco” – Franklin D. Roosevelt

Tengo mis propios artículos de fe. Pienso que una filosofía política debería:

• beneficiar a toda la población, no a una elite, cualquiera que ésta sea;

• ofrecer una visión positiva, no sólo aversión por otra filosofía;

• apoyarse en lo mejor que la ciencia y la historia puedan enseñarnos, más que en la ciencia ficción;

• modificarse a la vista de lo que funciona y lo que no; y

• producir mayor libertad y prosperidad cuanto más se acerca a ella una nación.

En todos estos aspectos, el libertarianismo sencillamente no se sostiene. Una vez que la gente sea capaz de ser racional respecto a la política, espero que lo desechen como un fracaso práctico y una bazofia moral.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Qué tiene de malo el libertarianismo (II)

Continúo, tras el comienzo de ayer, con la segunda parte del ensayo de Mark Rosenfelder sobre el libertarianismo.

Mi amigo Franklin

A estas alturas algunos lectores libertarianos están agitando sus manos en el aire como un pistón, impaciente por explicar que su ideal no es Rothbard o von Mises o Hayek, sino solamente los Padres Fundadores.

Buen intento. Todo el mundo quiere a los Fundadores en su lado; pero entonces había detrás un país diferente – el 95% agrícola, baja densidad, altamente homogéneo, primitivo en tecnología – y el libertarianismo moderno simplemente no se puede aplicar (en el Oxford English Dictionary, las citas de la palabra en aquella época son todas teológicas).

Todos los movimientos políticos americanos tienen sus raíces en el siglo XVIII – de hecho, en el lado ganador, puesto que la opinión lealista esencialmente desapareció. Todos – progresistas, conservadores, libertarianos – estamos contra la monarquía georgiana y a favor del derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Se pueden ciertamente encontrar citas en las que un fundador u otros protestan contra el gobierno; se pueden encontrar otras citas en donde un fundador u otros protestan contra la rebelión, la anarquía y los antifederalistas. El mismo fundador puede ser citado a veces en ambos lados. Había un manojo mezclado, y vivieron lo suficiente para encontrarse ante situaciones diversas.

No puede haber escapado, a los que han atendido con sinceridad a los alegatos empleados contra los poderes extensos del estado, que sus autores han tenido muy poco en consideración hasta qué punto estos poderes eran medios necesarios para lograr un fin necesario.
James Madison

La propiedad estable es el regalo de la ley social, y se da tarde en el progreso de la sociedad.
Thomas Jefferson

Toda la propiedad privada que es necesaria para un hombre es su derecho natural, del cual nadie puede privarlo, pero toda propiedad privada superflua a tales propósitos es la propiedad del público que, por sus leyes la han creado y que pueden, por otras leyes disponer de ella.
Benjamin Franklin

La Constitución es sobretodo una definición de un gobierno fortalecido, y El Federalista es una argumentación extendida de ella. Los Fundadores negociaron un equilibrio entre un gobierno que era arbitrario y coactivo (su experiencia como sujetos coloniales británicos) y uno que era impotente y dividido (los fallidos Artículos de la Confederación).

Los fundadores no anticiparon el New Deal – no había necesidad de ello – pero eran tan rápidos para recurrir a los recursos del estado como cualquier progresista moderno. Ben Franklin, por ejemplo, manejaba a su antojo la legislatura de Pennsylvania – usándola para financiar un hospital que quiso establecer, por ejemplo. Él no tenía obviamente ningún escrúpulo en usar el poder del estado para hacer buenos trabajos sociales.

Es también conveniente precisar que las palabras de los Fundadores eran más nobles que sus hechos. La mayoría de ellos estaban absolutamente cómodos con la esclavitud, por ejemplo. Nadie se preocupaba del consentimiento de las mujeres en ser dominadas. La propia administración de Washington convirtió en crimen criticar al gobierno. Y como Robert Allen Rutland nos recuerda,

Durante casi 150 años, de hecho, la Declaración de Derechos era honrada de boquilla en los discursos patrióticos, e ignorada en la calle. No fue hasta después de la Primera Guerra Mundial cuando el Tribunal Supremo comenzó el proceso de dar significado real a la Declaración de Derechos.

El proceso de dar vida a las nuestros derechos constitucionales ha sido en gran parte el trabajo de los progresistas. En la lucha más grande de todas, tratar a los negros como seres humanos, los libertarianos apoyaron al otro bando.

¿Por qué son una molestia?

Los chiflados son generalmente inofensivos; ¿qué decir del Partido Libertariano?

En sí mismo, me temo, no es más que una nota a pie de página. No consigue más que el 1% del voto – una prueba de que es sobrepasado históricamente por el Partido Anti-Masónico, los Greenbacks, el Partido de la Prohibición, los socialistas, los verdes, y cualquier cosa que fuera John Anderson. Si eso fuera todo, no me molestaría en dedicar páginas y críticas a él. Estoy totalmente a favor de la expresión de la excentricidad pura en política; incluso me gusta más el Partido del Monstruo Chalado Delirante británico.

¿Por qué son las ideas libertarianas importantes? Debido a su influencia en el partido republicano. Forman la base ideológica para la revolución de Reagan/Gingrich/Bush. Los republicanos han tomado el caballo libertariano de “el estado es malo” y cabalgado lejos con él:

• Reagan: “el Estado es el problema”
• Phil Gramm: la “crisis económica” y la “crisis moral” del país eran debidos “a la expansión del Estado”
• Tertulias radiofónicas donde se defiende la resistencia armada a los “sicarios uniformados del gobierno”
• La campaña de Dole en 1996, extendiendo la idea de que los impuestos son “tu dinero” que te es arrebatado.
• El “Contrato con América” de Gingrich (recortes del estado del bienestar, reducciones de impuestos, limitaciones de la responsabilidad de las corporaciones y de la capacidad del estado para regularlas)
• El comentario de Dick Armey de que Medicare (ayuda médica para los ancianos) es “un programa no debería existir en un mundo libre”
• Las reducciones de impuestos de Bush, previstas no sólo para recompensar a los ricos, sino para “matar de hambre la bestia”, en palabras de Grover Norquist: crear un déficit permanente como medida peligrosa para reducir el gasto social
• La esperanza de Jeb Bush de que los edificios gubernamentales del Estado de la Florida un día estén vacíos
• Apoyo intelectual a los ataques contra la calidad de la vida laboral en este condado, y para desmantelar el New Deal

Tal vez este uso de sus ideas esté aterrando a los “verdaderos libertarianos”… bien, el mundo es aterrador a veces. ¿Es justo para el comunismo que todo el mundo piense que su manifestación leninista es la única posible? ¿Crees que me alegra tener representantes nacionales como Dukakis, Gore y Kerry?

Por lo menos algunos libertarianos han entendido la conexión. Rothbard otra vez, escribiendo en 1994:

La verdad es que desde que hemos estado atrapados en un sistema bipartidista, cualquier revolución electoral contra el “gran gobierno” tuvo que ser expresada con una victoria republicana. Así, es realmente cierto que Newt Gingrich y su facción, así como Robert Dole, han subido al poder sobre la ola libertariana.

¿Puede olerse el compromiso aquí? “Tapaos la nariz y votad por los Repubs, muchachos”. Pero luego no os hagáis los despistados cuando los republicanos comiencen a mofarse del “gobierno limitado”.

Hay una lección más profunda aquí, y es parte del porqué no compro estampitas libertarianas de la futura utopía. Los movimientos fuera del poder son siempre anti-autoritarios; pero no hay ninguna garantía de que permanecerán así. Los comunistas antes de 1917 prometían el marchitamiento del Estado. Los fascistas fuera del poder sonaban a algo similar a los socialistas. Los republicanos eran grandes defensores de la limitación de mandatos cuando podía utilizarse para quitar el puesto a los demócratas; hoy no dicen nada sobre ello. Si piensas que a ti no puede sucederte, no estás siendo honesto sobre la naturaleza y la historia humana.

¿Qué hay del lado social?

El Partido Libertariano tiene una pequeña monada de test que pretende dividir política americana en cuatro cuadrantes. Hay la dimensión económica (donde los libertarianos son aliados de los conservadores) y la dimensión social (donde los libertarianos son aliados de los progresistas).

Pienso que el diagrama es seriamente engañoso, porque da visualmente igual importancia a ambas dimensiones. Y cuando se meten en harina, los libertarianos van casi siempre con la dimensión económica.

El filósofo libertariano comienza siempre con los derechos de propiedad privada. El Libertarianismo surgió en oposición al New Deal, no a la Ley Seca. El votante libertariano es instruido principalmente sobre impuestos, regulación y programas sociales; el ala libertariana del partido republicano ha ido, durante cuarenta años, del brazo de la guerra a las drogas, las ayudas públicas a las empresas, el establecimiento de dictaduras en el extranjero y la alianza con los teócratas. Los libertarianos cristianos como Ron Paul desean a Dios en las escuelas públicas y son felices haciendo que el gobierno prohíba la unión gay y el aborto. Nunca vi a los libertarianos oponerse a las burlas de Bush padre contra la protección de los derechos civiles, o a la investigación gubernamental de Ken Starr sobre las vidas sexuales de los políticos. En la lista del Cato Institute de libros recientes, cuento 1 de 19 que se ocupan de un asunto en el cual los libertarianos y los progresistas tienden a estar de acuerdo, y se refería a la política exterior (específicamente, la guerra de Iraq).

Si esto cambiara, a medida que la interminable “guerra contra el terrorismo” de Bush amplía los poderes del gobierno, demoniza la disensión y enreda al país en cruzadas militares y construcción de naciones; a medida que los republicanos presionan para eliminar los controles y equilibrios que sigue habiendo en nuestro sistema del gobierno; si los libertarianos llegan a darse cuenta de que son los republicanos y no los demócratas la mayor amenaza a la libertad, estaría encantado.

Pero para eso, ya sabes, tienes que votar contra Bush. Creer en las libertades sociales significa poco si votas por un partido que se propone claramente restringirlas.

Para los propósitos de mi crítica, sin embargo, el lado social del libertarianismo es inaplicable. Un libertariano y yo realmente podemos ponernos de acuerdo en legalizar las drogas, dejar a la gente casarse con quien quiera y derogar el “Acta Patriótica”. Pero esto no importa nada si el capitalismo del “barón del robo” es visto como algo bueno.

Lo intentamos, y falló

El libertarianismo que tiene algún efecto en el mundo, entonces, no tiene nada que ver con la libertad social, y todo que ver con la eliminación de todas las restricciones al capital. ¿Qué tiene esto de malo?

Miremos algunos casos que caen a tiro de piedra del ideal libertariano. A algunos libertarianos no les gustarán, porque no son Casos Intachables de la Utopía de la Libertad; pero como he dicho, no se puede probar nada mediante la ciencia ficción. Si se supone que la completa libertad económica y la completa inexistencia de Estado son la solución para todo, la libertad económica parcial y el gobierno limitado deben ser la solución para algo.

EEUU antes del New Deal

A comienzos del siglo XX las empresas podían hacer lo que quisieran – y lo hacían. El resultado eran los “barones del robo”, los monopolios, los sicarios de la patronal que atacaban a sindicalistas, los alimentos adulterados, un castigador ciclo económico, la esclavitud y la opresión racial, el hambre entre los ancianos, la diplomacia del “gran garrote” en apoyo de los intereses capitalistas.

El New Deal mismo era una respuesta a la crisis (sin embargo de ninguna manera a una crisis sin precedentes; no era mucho peor que las depresiones de la Edad Dorada). Un cuarto de la población estaba sin trabajo. Cinco mil bancos quebraron, destruyendo los ahorros de 9 millones de familias. Las plantas siderúrgicas funcionaban a una capacidad del 12%. Los bancos ejecutaron hipotecas sobre un cuarto de la tierra de Mississippi. Wall Street fue desacreditado por los negocios bajo mano y los apaños con los bancos a costa de los inversores. Los granjeros estaban estallando en abierta rebelión; los mineros y los trabajadores desempleados de la ciudad se sublevaban.

No pensemos, por cierto, que si los gobiernos no proporcionaran los ejércitos para la diplomacia del “gran garrote” nadie lo haría. Las grandes corporaciones construirán sus propios ejércitos en caso de necesidad: la Compañía de las Indias Orientales lo hizo; Leopoldo de Bélgica lo hizo en el Congo; y también la patronal para luchar contra los sindicatos.

La Rusia post-comunista

O tomemos Rusia en la década posterior a la caída del comunismo, tal como fue asesorada por absolutistas del libre mercado como Jeffrey Sachs. El PIB ruso se redujo un 50% en cinco años. La elite se apoderó de los activos que pudo y los centrifugó fuera de Rusia tan rápidamente que los préstamos del FMI no podían compensarlo. Sólo en 1994, los gángsteres asesinaron a 600 hombres de negocios, periodistas y políticos. Rusia careció un sistema de carreteras operativo, un sistema bancario, una regulación antimonopolio, una aplicación eficaz de la ley o cualquier clase de sistema de protección social para los ancianos y los desempleados. La inflación alcanzó el 2250% de 1992. De hecho, la autoridad del gobierno central desapareció en muchas regiones.

A propósito, Rusia es la respuesta para esos paisanos intoxicados de testosterona que piensan que teniendo armas se evita la opresión: la mafia siempre tendrá más potencia de fuego que tú.

La Rusia de hoy está regresando al autoritarismo bajo Putin. Una vez más esto debe consternar a los libertarianos: al parecer, una vez dado un poco de libertad, mucha gente exigirá menos. Debes tener cuidado al crear tu utopía; en diez años podría ser capturada por los autoritarios.

El Chile de Pinochet

O consideremos a la niña bonita de muchos conservadores de los años 80: el Chile de Pinochet, instalado por Nixon, y elogiado por Jeanne Kirkpatrick, George Bush y Paul Johnson. En veinte años, la deuda exterior se cuadruplicó, los recursos naturales fueron malvendidos, la asistencia médica universal fue abandonada (llevando a epidemias de fiebres tifoideas y hepatitis), los sindicatos fueron prohibidos, el gasto militar se disparó (¿para qué? ¿quién coño va a atacar Chile?), la Seguridad Social fue “privatizada” (con resultados predecibles: rescates por el Estado cada vez mayores) y la tasa de la pobreza se duplicó, del 20% al 41%. La tasa de crecimiento de Chile desde 1974 hasta 1982 fue del 1,5%; el promedio latinoamericano fue del 4,3%.

Pinochet era un dictador, por supuesto, lo que hace que algunos libertarianos se laven las manos pensando que no tienen nada que aprender aquí. De alguna manera, la experiencia de Chile (opinan) sobre la privatización de la Seguridad Social no puede decirnos nada sobre la privatización de la Seguridad Social aquí, porque Pinochet era un dictador. Probablemente si instalaras un negocio en Chile, las leyes de la oferta y la demanda y quizás incluso la de la gravedad no se aplicarían, porque Pinochet era un dictador.

Cuando les conviene, los libertarianos incluso proclaman su asociación con las políticas de “libre mercado” de Chile; self-gov.org (autores de aquella monada de test) incluye una página que alaba a Milton Friedman, libertariano autoproclamado, que ayudó a formar y aconsejar al grupo de profesores y graduados de la Universidad Chicago que pusieron en marcha las políticas de Pinochet. El Cato Institute incluso puso a un premio “por el avance de la libertad” el nombre de este benefactor de la dictadura chilena.

Destino: la República Bananera


El más reciente campo de pruebas para el laissez-faire son los EEUU actuales, de Ronald Reagan en adelante.

Elimina el New Deal, y los males anteriores al New Deal clamarán para volver. Reagan quitó el derecho a la huelga; las empresas ahora despiden a los huelguistas, externalizan los trabajos de alto salario y los substituyen por prestaciones de servicio con salarios cercanos al mínimo y sin futuro. Los salarios de la clase media se están estancando – o cayendo a plomo, si se considera que están aumentando las horas de trabajo. Las compañías están presionando en el Tercer Mundo para restablecer el trabajo infantil.

A dónde van las ganancias

Bajo el liberalismo progresista, los aumentos de la productividad beneficiaron a todas las clases – las tasas de pobreza declinaron de más del 30% a menos del 10% en los treinta años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, mientras que la economía creció más del cuádruple.

En el clima libertariano actual, los aumentos de la productividad van solamente a los ya acomodados. Aquí está el porcentaje de la renta nacional de los EEUU percibida por ciertos porcentajes de la población, según datos del IRS [la Agencia Tributaria de los EEUU – N. del T.]:


1986

1999

1% mayor

11,30

19,51

5% mayor

24,11

34,04

10% mayor

35,12

44,89

25% mayor

59,04

66,46

50% mayor

83,34

86,75

99% menor

88,70

80,49

95% menor

75,89

65,96

90% menor

64,88

55,11

75% menor

40,96

33,54

50% menor

16,66

13,25



Esto debería poner una cierta perspectiva al lloriqueo libertariano sobre los altos impuestos y cómo estamos destruyendo los incentivos para el pobre empresario oprimido. El 1% más rico de la población dobló su trozo de la tarta en apenas 15 años. En 1973, un alto ejecutivo ganaba 45 veces la paga de un empleado medio (aproximadamente el doble en Japón); hoy gana 500 veces más.


Hace treinta años, los directivos de las empresas asumían que trabajaban tanto para sus trabajadores, consumidores y vecinos como para sí mismos. Algunos economistas (notablemente Michael Jensen y William Meckling) decidieron que los únicos actores que debían ser tenidos en cuenta eran los accionistas – y que la gerencia sería más responsable si se les dieran cantidades masivas de acciones. No debe sorprender que los altos ejecutivos se las arreglaran para conseguir las acciones sin las responsabilidades – reciben sueldos obscenamente altos tanto si la compañía va bien como si hace aguas – y la obsesión con el precio de las acciones condujo a los despidos masivos, al pensamiento a corto plazo y a la falta de honradez financiera en WorldCom, Enron, Adelphia, HealthSouth y otros lugares.



Dando la bienvenida a los nuevos amos

La naturaleza de nuestro sistema económico ha cambiado en el pasado cuarto de siglo, y la gente no lo ha entendido todavía. La gente de más de 30 años o así creció en un ambiente donde los ricos conseguían más, pero todos prosperaban. Cuando la productividad subía, el rico se hacía más rico – no somos unos puñeteros comunistas, después de todo – pero crecían los ingresos de todos.


Si fuiste parte de la generación de la Segunda Guerra Mundial, la realidad fue que tuviste acceso a educación y vivienda subvencionadas, viviste mejor cada año, y estabas casi inimaginablemente mejor que tus padres.


Éramos una nación de la clase media, quizás la primera nación en la Historia donde estaba cómoda la mayoría de la gente. Esto enfurecía a los comunistas (pues esto no era lo que suponían que tenía que suceder). Los primitivos libertarianos también podían irritarse, pero los ricos tenían pocas razones para quejarse – estaban mejor que nunca antes, también.


Los conservadores – alimentados por ideas libertarianas – se las han arreglado para cambiar todo eso. Cuando la productividad se incrementa, ahora los ricos se guardan los incrementos; la clase media a duras penas permanece donde está; los pobres se vuelven más pobres. Tenemos mucho camino para recorrer antes de convertirnos en un país del Tercer Mundo, pero el modelo está claro. La meta es una mayoría empobrecida, y una minoría estupendamente rica sin limitaciones eficaces a su poder o ganancias. Cambiaremos la prosperidad de los EEUU de los años 50 por la del Brasil de los 80.



Terminará...

viernes, 19 de septiembre de 2008

Qué tiene de malo el libertarianismo (I)

En estos día inciertos en que nuestro modelo económico parece tambalearse, ciertos dogmas al uso en los últimos 20 años ("el mercado debe ser absolutamente libre", "la intervención estatal es mala para la economía", "el laissez faire produce crecimiento y riqueza inagotables"...) se están viendo cuestionado por los hechos. Los grandes gurús de la economía mundial están tomando decisiones que nosotros no podríamos creer hace un año, los liberales se hacen intervencionistas, los intervencionistas se hacen liberales... ¿estamos ante el Apocalipsis? ¿Tiene algo que ver el colisionador de hadrones?

Pues éste está siendo el tema estrella en los foros por los que paseo (a pesar de que los salvaPPatrias de turno extiendan la cortina de humo de que los progres andamos con cortinas de humo). El mundo se empieza a cuestionar un modelo económico desregulador que hasta ahora parecía el mejor de los mundos, y la ideología que lo sustenta (llámese liberalismo, neoliberalismo, libertarianismo...) está en solfa. Sin embargo, los que la defienden se baten ahora como gatos panza arriba, diciendo que la culpa de la crisis no es del laissez faire, sino de que "no hay suficiente laissez faire".

Por eso hoy quiero sacar a colación un ensayo sobre el libertarianismo (ese ideario de "el Mercado es Dios, el Estado es Satán") que encontré hace tiempo en internet, y que le pega un buen repaso. Es obra del bloguero norteamericano Mark Rosenfelder (creador de zompist.com, una web curiosa e interesantísima). Me gustó tanto el artículo que solicité al autor que me dejara traducirlo al castellano, y aquí lo traigo. Como es muy largo (demasiado incluso para lo que aquí se estila) lo voy a publicar en tres partes, aunque lo mejor es leérselo todo seguido. Muy bueno para conocer lo que hay detrás de esa doctrina que ha inspirado la economía mundial desde hace un par de décadas.

Antes de empezar, una matización terminológica: he traducido "liberal" por "progresista", pues ese es el significado de la palabra en EEUU. Lo que aquí llamamos, o más bien pretende llamarse "liberalismo" ("libeggalismo" en la jerga islamoprogretarra), esa cosa tan simpática de Fedeguico Jomeini Losantos, €$PP€ranza Aguirre, Libelo Digital o el Instituto Carmen de Mairena, es lo que allá llaman "libertarianism" (al menos en el aspecto económico, que es en el que se centra el ensayo). Aquí lo he traducido, para evitar equívocos (y por economía del lenguaje, para no tener que escribir "liberalismo libertario"), como "libertarianismo". Sí, a mí también me chirría en los oídos, pero es lo que he juzgado como más preciso (en España "libertarismo" suena a otra cosa). Así que no me enrollo más y paso al ensayo de Mark Rosenfelder (1ª parte).

Qué tiene de malo el libertarianismo

“La libertad perfecta que ellos buscan es la libertad para esclavizar a los demás.” – Abraham Lincoln

Al parecer la maldición alguien ha funcionado: vivimos en épocas interesantes, y entre otras consecuencias, sin ninguna buena razón, tenemos un exceso de libertarianos. Con este artículo espero ayudar a mantener la demanda baja, o por lo menos a explicar a los correspondientes libertarianos por qué no me impresionan con comentarios como “¡seguro que te encanta dejar que te roben tu dinero!”

Los buenos libertarianos y los otros

Este artículo se ha reescrito, por dos razones. En primer lugar, el artículo original tenía notas al margen para tratar objeciones comunes. Por las reacciones de varias personas, da la impresión de que nunca las leían. Ahora están incorporadas al texto.

En segundo lugar, y de manera más importante, mucha gente que se hace llamar libertariana no se reconoció en la descripción. Hay libertarianos y libertarianos, y a veces las distintas facciones se desdeñan – o no parecen estar al tanto unas de otras.

Si tú:

  • nunca has oído hablar de (o no te interesan mucho) Rothbard, Rockwell, Rand y von Mises
  • aceptas que la Corporación Federal de Seguro de Depósitos [fondo estatal de compensación ante pérdidas bancarias de EEUU – N. del T.] es una idea bastante buena
  • deseas un estado más pequeño, más eficiente, pero no sueñas con deshacerte de él...
entonces esta página no está realmente dirigida a ti. Probablemente eres más bien lo que yo llamaría un conservador anti-intervencionista; y si votaste contra Bush, probablemente podríamos llevarnos bien. Por otra parte, tal vez desees darte una vuelta para ver lo que están diciendo tus colegas más fundamentalistas.

El Contra-Comunismo

El Libertarianismo me suena como si alguien (llamémosla “Ayn Rand”) se hubiera puesto manos a la obra para crear el Contra-Comunismo. Así:

Comunismo

Libertarianismo

La propiedad es robo

La propiedad es sagrada

Totalitarismo

Cualquier gobierno es malo

Los capitalistas son bandidos comeniños

Los capitalistas son nobles héroes nietzcheanos

Los trabajadores deben gobernar

El activismo de los trabajadores es malo

Los pobres están oprimidos

Los pobres son unos inútiles mimados



¿Suena exagerado? Escuchemos a Murray Rothbard:

Afirmamos aquí, sin embargo, que el modelo del Estado no está relacionado con la empresa de negocios, sino más bien con la organización criminal, y de hecho el Estado es una organización de robo sistematizado y ampliamente documentado.

O aquí está
Lew Rockwell sobre Rothbard (los subrayados son míos):

Él fue también el arquitecto del cuerpo de pensamiento conocido mundialmente como libertarianismo. Esta filosofía política radicalmente anti-estado une la economía de libre mercado, un vínculo sin excepciones a los derechos de propiedad privada, una profunda preocupación por la libertad humana, y un amor a la paz, con la conclusión de que la sociedad debe ser totalmente libre para desarrollarse sin ninguna interferencia del estado, que puede y debe ser eliminado.

Thomas DiLorenzo sobre el activismo obrero: “Los sindicatos [persiguen] políticas que perjudican a las mismas instituciones del capitalismo que causan su propia prosperidad”. O Ludwig von Mises: “Lo que eufemísticamente se llama hoy derecho a la huelga es de hecho el derecho a coaccionar a los trabajadores, recurriendo a la violencia, para impedir trabajar a quien desea trabajar” (la violencia patronal es al parecer aceptable). El programa del Partido Libertariano explica que los trabajadores no tienen ningún derecho a oponerse a pruebas de drogas, y apoya el regreso del trabajo infantil.

Sobre Nietzsche, como uno de mis correspondientes apunta, algunos libertarianos adoran a Nietzsche, y otros lo han leído (aunque respondería que alguna gente idolatra a los ejecutivos, y otros han trabajado para ellos). No obstante, pienso que la atmósfera nietzscheana de ardiente rechazo a la moralidad convencional, exaltación de la voluntad de poder y desprecio hacia la afeminada compasión cristiana con las masas, es parte de las raíces del libertarianismo. Es inequívoco en Ayn Rand.

El punto más importante es, sin embargo, que el capitalista es el malo malísimo para los comunistas, y un héroe glorioso para los libertarianos; que la propiedad privada es “un robo” para los comunistas, y “un derecho natural” para los libertarianos. Esto encaja tan ajustadamente que no puede ser una coincidencia. Es bastante natural, cuando un elemento básico de la sociedad es atacado como un mal, que sus defensores contraataquen elevándolo a un principio fundamental.

Como deberíamos haber aprendido de la historia del comunismo y el
fascismo, la contradicción no es ninguna garantía de verdad; puede conducir de un error al error opuesto. Y muchos que rechazaron comunismo, no obstante, siguieron siendo extremistas. La gente que abandona un extremo ideológico en general termina en el otro, rápidamente (David Horowitz) o lentamente (Mario Vargas Llosa) [en España podríamos añadir a Federico Jiménez Losantos o a Pío Moa – N. del T.]. Si eres la clase de persona a la que le gustan los absolutos, los deseas aunque todas tus demás convicciones hayan cambiado.

¿Quién necesita hechos?

La metodología no es muy diferente, tampoco: consiste en contraponer los obvios males del mundo con un cuento de hadas. El comunista de 1910 no podría señalar ni un solo caso real de su utopía; tampoco puede hacerlo un libertariano actual. Con todo, son inamovibles en su convicción de lo que puede y debe suceder.

A los libertarianos académicos les encantan las argumentaciones abstractas y exentas de hechos – son frecuentes en las justificaciones de por qué la propiedad privada es un derecho absoluto. Como ejemplo al azar, una de
James Craig Green:

Este concepto de la propiedad privada se originó en algunas de esas tribus primitivas cuando los individuos reclamaron posesiones para sí mismos frente a la propiedad colectiva de sus grupos. Basándose en la iniciativa individual, el trabajo y la innovación, algunos tuvieron éxito al establecer una propiedad separada y privada para ellos mismos. [...]

Ejemplos de la propiedad natural sobre recursos de la tierra y del agua se han dado ya, pero merecen más detalle. Una ilustración de cómo se lograría esto es una granja, con canales de regadío para cultivar, en los áridos estados del oeste. Para apropiarse de recursos naturales sin dueño, un colono utilizó su trabajo para despejar la tierra y cavó acequias para transportar el agua de un río, para regar. Las cosechas fueron plantadas, los edificios fueron construidos, y la propiedad así creada fue protegida por su dueño contra la agresión o las reclamaciones posteriores de otros. Este proceso fue una creación legítima de propiedad privada.

El primer párrafo es pura fantasía, y es sencillamente falso como retrato de las “tribus primitivas”, que son en general extremadamente colectivistas según los estándares norteamericanos. El segundo suena bien precisamente porque deja fuera todos los hechos reales de la historia americana: la tierra de los colonos no estaba “sin dueño”, sino que fue robada de los indios por una conquista estatal (y mucha fue robada también a los mexicanos); las tierras fueron concedidas a los colonos por el estado; los ferrocarriles, creados por concesión del estado, ligaron las comunidades a la economía nacional; las cosechas fueron adaptadas a las condiciones locales por las instituciones agrarias estatales.

Gracias a
mi ensayo sobre los impuestos, recibo rutinariamente correos con apasionadas arengas que nunca mencionan ni un hecho del mundo real – o que simplemente maquillan las estadísticas que quieren.

Este tipo de agresividad testicular gana probablemente puntos en los partidos, donde nadie va a agarrar un balance para comprobar sus cifras; pero para mí es un pecado capital. Si alguien tiene una respuesta para todo, aboga por cambios que nunca se han intentado y presenta pruebas deshonestas, es un cantamañanas. Si un hombre no tiene ninguna duda, es porque su hipótesis no es falsable.

La desafección por los hechos no es simplemente un hábito de algunos chalados de Internet; es realmente la doctrina libertariana, el fundamento de la “Escuela Austriaca”. Aquí está Ludwig von Mises en Problemas Epistemológicos de la Economía:

Ya que no hay regularidad perceptible en la aparición y encadenamiento de ideas y juicios del valor, y por lo tanto tampoco en la sucesión y encadenamiento de actos humanos, el papel de la experiencia en el estudio de la acción humana es radicalmente diferente del que juega en las ciencias naturales. La experiencia de la acción humana es la historia. La experiencia histórica no proporciona hechos que pudieran servir en la construcción de una ciencia teórica que se puedan comparar a los que la experimentación y la observación en laboratorio proporcionan a la física. Los acontecimientos históricos son siempre el efecto común de la cooperación de varios factores y cadenas de causalidad. En materia de acción humana ningún experimento puede ser realizado. La historia necesita ser interpretada por el entendimiento teórico obtenido previamente de otras fuentes.

Las “otras fuentes” resultan ser cavilaciones de mesa camilla sobre cómo deberían ser las cosas. Es bastante cierto que la economía no es como la física; pero eso no nos autoriza para dar la espalda a los métodos de la ciencia y volver a la especulación escolástica. La economía debe moverse siempre en la dirección de la ciencia, del experimento y de la falsabilidad. Si fuera realmente verdad que no puede, entonces nadie, incluyendo los libertarianos, tendría derecho a sostener su creencia en cualquier programa económico.

Cómo intentar nuevas cosas

Alguna gente no está demasiado incómoda por la carencia éxitos en el mundo real del libertarianismo. Después de todo, afirman, si nadie intentara algo nuevo, nada cambiaría nunca.

De hecho, estoy totalmente a favor de la experimentación; así es como aprendemos. Creen un estado libertariano. Pero que funcione como un experimento apropiado. Comiencen a escala reducida. Establezcan exactamente cómo se probarán sus hipótesis: ¿renta per capita? ¿renta media? ¿esperanza de vida? ¿valor de las propiedades? ¿encuestas sobre felicidad? Instalen un control: por ejemplo comiencen con dos comunidades lo más semejantes que se pueda conseguir, en tamaño, riqueza inicial, recursos y cultura, y que una siga el liberalismo progresista, y la otra el libertarianismo. Sigan los resultados – nada de cambiar las metas si los progresistas parecen “triunfar”.

Estoy incluso dispuesto a ver pruebas parciales. Si una ideología es realmente mejor que otras en producir prosperidad general, entonces siguiéndola parcialmente debe producir resultados parcialmente mejores. Jonathan Kwitny sugirió comparar un sistema parcialmente socialista (p.e. Tanzania) con otro parcialmente capitalista (p.e. Kenya – Kenya se veía mucho mejor). Si las pruebas son parciales, por supuesto, desearemos más pruebas; pero la experiencia humana es bastante amplia.

Son los libertarianos, no yo, los que se oponen a esa responsabilidad de rendir cuentas. Cuando señalo ejemplos de naciones que siguen parcialmente las opiniones libertarianas – lo haremos más adelante – me dicen que no cuentan: solamente el Puro y Real Libertarianismo De Mi Propia Facción puede ser probado.

Una vez más el pensamiento del “todo o nada” va generalmente unido al fraude intelectual. Si un sistema no se puede poner a prueba, es porque sus autores temen probarlo. Por el contrario, confío lo bastante en los valores progresistas y científicos que me agrada ver incluso una adopción parcial. Incluso una poca libertad es mejor que la dictadura. Incluso una poca ciencia es mejor que la ideología.

Desafortunadamente un sistema político no comprobado tiene un gran atractivo retórico. Puesto que no podemos verlo en acción, no podemos señalar sus obvios fallos, mientras que el ideólogo puede ser cáustico sobre todo lo que se ha intentado realmente, y que inevitablemente ha caído lejos de la perfección. Quizás es por eso por lo que Dave Barry y Trey Parker son libertarianos. No obstante, preferiría votar por un político que ha demostrado que sus programas funcionan en el mundo real que por un humorista, por más que me divierta.


Continuará...

martes, 9 de septiembre de 2008

La clase de Educación para la Ciudadanía según Camps

Este genial vídeo de Tip y Coll (es la segunda vez que lo cuelgo) es un ejemplo de lo que van a ser este curso las clases de Educación para la Ciudadanía en la Comunidad Valenciana. Su pepero presidente, Francisco Camps, ha decidido que un profesor explicará la asignatura en castellano o valenciano, y a su lado otro profesor irá traduciendo lo que diga al inglés. El resultado será algo más o menos así:



Tras el fracaso de la enésima "rebelión cívica" contra el maligno ZP, algunos de sus iluminados promotores se lamentan, mientras que otros más dicharacheros, como Camps de Golf, han decidido sabotear la asignatura a su manera, irónica y desenfadada, o eso piensa. La primera ocurrencia de Camps para desvirtuar la asignatura fue que se impartiera en inglés; sin embargo, los tribunales le dieron la colleja para que se dejara de payasadas. Camps de Golf, ni corto ni perezoso, ha decidido entonces enmendar su payasada con otra aún mayor, la del profesor-traductor. Con ella pretende seguir poniendo palos en las ruedas a la normal enseñanza de la asignatura evitando los tirones de orejas judiciales.

Decididamente Camps es el ganador de esta particular carrera entre él y €$PP€ranza Aguirre para ver quién desobedece más la ley en este aspecto. Otras comunidades autónomas del PP van a aplicar la nueva asignatura sin más (y el que no quiera ir a clase que apechugue), pero €$PP€ y Camps necesitan ganar más puntos que nadie frente a la caverna de la derecha, pues a fin de cuentas son los que compiten por suceder a Rajoy. Por cierto, ¿se imaginan si algo parecido lo hiciera el Gobierno Vasco? Ya se sabe que para el PP todas las comunidades autónomas son iguales, pero algunas más iguales que otras.

Educación para la Ciudadanía es otra de esas polémicas artificiales organizadas por la derecha con el único objetivo de la bronca por la bronca. Una asignatura que se imparte con normalidad desde hace años en otros países de Europa, y que podría haber sido instituida tranquilamente por un gobierno del PP, se ha convertido en otro ariete contra el PSOE, siguiendo la "doctrina Rajoy" del "consenso cero" aplicada en la pasada legislatura: si lo ha hecho Zapatero es malo por definición y debe ser destruido.

Las legiones de esPPañoles de bien tocaron trompetas de batalla a cuenta de una asignatura de la que todo lo que saben se limita a lo que les han contado a través de la COPE y demás medios del Movimiento. Por supuesto debidamente cocinado y sazonado para convertir hasta las más inocentes y elementales normas éticas en brutales ataques a la civilización cristiana occidental, perpetrados por un régimen totalitario lavacerebros. Aseveraciones como "no hay que discriminar por razón de sexo", o "tenemos derecho a la paz", o "hay que respetar y no perseguir a los homosexuales", o "hay que ser solidarios con el Tercer Mundo" han sido retorcidas por los sesudos analistas derechíes hasta convertirlas respectivamente en "se quiere suprimir la distinción entre hombre y mujer para destruir la familia", "se inventan derechos inexistentes para promover un ideario", "van a homosexualizar a nuestros hijos" y "se culpa a Occidente de la miseria del mundo y se justifica la violencia palestina". De traca (imaginación no les falta, hay que reconocer).

Afortunadamente el común de los españoles tiene bastante más sentido común que el esPPañol de bien medio, por lo que la campaña por la objeción a la asignatura ha cosechado magros resultados: sólo un 0,8% de los padres ha atendido esta enésima llamada a salvar España, bastante por debajo, por cierto, del electorado del PP. Sin embargo, Camps ha decidido mantenerse tocando la misma canción cual orquesta del Titanic, para de paso ganarse una medallita de "Héroe antiZP" y cosechar los aplausos de las tertulias de la COPE con su "chiste". Pero como no es lo mismo ser gracioso que hacérselo, conviene señalar que la Generalitat Valenciana, este curso, gracias a la gracieta de Camps, va a necesitar el doble de profesores para una asignatura, y a esos señores habrá que pagarles un jornal, que no saldrá del bolsillo del señor Camps, sino del sistema educativo valenciano. Esta debe ser la política de "austeridad en el gasto público" que predica Mariano Rajoy frente a la crisis.

En fin, mientras Camps decide de dónde sacará el dinero para pagar sus "sketches", la amplísima mayoría de los alumnos acudirán a las temibles clases "adoctrinamiento progre" con normalidad. Además, en Valencia, sólo el descojone de ver dos profes emulando a Tip y Coll será un incentivo más para ir a clase:

PROFE 1: Queridos niños…
PROFE 2: Dear children…
PROFE 1: Hoy empezamos la asignatura de Educación para la Ciudadanía.
PROFE 2: Today we start the subject of Education for Citizenship.
ALUMNOS: (risillas ahogadas)
PROFE 1 (se pone colorado): Bien, en la primera parte de la asignatura…
PROFE 2: Well, in the first part of the subject…
PROFE 1: … hablaremos de los Derechos Humanos…
PROFE 2: …we will talk about Human Rights…
ALUMNOS: (más risillas, y menos ahogadas)
GRACIOSO DE LA CLASE (en la última fila, medio susurrando y tarareando "We will rock you" de Queen): ♫ Weee will, weee will TALK YOU!!… ♪
ALUMNOS: (risas, ya sin ahogar)
PROFE 1 (más colorado aún): yyyy… estooo… los derechos constitucionales reconocidos en… en la Constitución Española.
PROFE 2 (empieza a ponerse nerviosete, también): and the constitutional rights… errr… recognized by the Spanish Constitution.
OTRO GRACIOSO (imitando a Chiquito de la Calzada): Constitushon ejandemoor enawn ♪
GRACIOSO nº 3 (respondiendo al anterior): ¡A guan, a peich, a gromenauer!
ALUMNOS: (más risas)

 
Dejen a nuestros ancianos tranquilos
19A-lomojó